martes, 4 de septiembre de 2007

Universidad, Comunicación y Sociedad

El factor de la integración, en su sentido más amplio, es el principal componente de grandes alianzas estratégicas, políticas, económicas y sociales que imperan hoy. El caso de la Unión Europea, el Mercosur y el TLC son un buen ejemplo de ello.

Dentro de ese contexto, la Educación Superior no escapa a esta política de globalización. Por ello, gran número de especialistas en docencia y currículo optan por concordar que los estudios universitarios, de aquí a diez años más, tendrán que estar prácticamente uniformados en todo el orbe, tratando materias afines, comunes y con sentidos transversales. Tomando en cuenta esta afirmación, se puede suponer, entonces, que el gran desafío que tienen por delante los centros de estudios es el de ofrecer programas académicos integrados que permitan la formación de profesionales globalizados, con amplitud de conocimientos y conectados a los fenómenos sociales.

Por eso, toma relevancia el tema de la formación universitaria y reafirma el viejo axioma de que la Universidad, independientemente de las carreras que imparten, debe formar profesionales para la sociedad y no para el mercado, situación que muchas entidades académicas aplican hoy en sus políticas de estudios, pensando en un resultado a corto plazo que, en definitiva, es más efectista que efectivo, y sin tener en cuenta que es tarea esencial de la Universidad conectarse y proyectarse con la sociedad como una institución que genere, enseñe y difunda el conocimiento.

En el campo específico de la investigación en comunicación social, son escasos los esfuerzos en abrir debates en torno al tema, en destinar fondos públicos concursables para la investigación y en generar instancias que permitan dar a conocer y difundir los conceptos relacionados con temas de comunicación e imagen, auditorías de comunicación persuasiva, social y de mercado. Y, entonces, surge libremente la pregunta ¿Qué esfuerzos hacen las universidades en este sentido?

Sucede que no es común que los reguladores de la sociedad, entiéndase políticos, Ministros de Estado y el mercado, conozcan o debatan sobre el estado de desarrollo actual en materia de comunicación y otros tópicos afines, donde paradojalmente, suelen actuar sin conocer los soportes ni las técnicas adecuadas que permitan un buen manejo de imagen y claridad en los contenidos de los discursos que emiten.

Y si la Universidad, como centro de reflexión, de estudio e investigación, no es capaz de entregar las herramientas apropiadas ni las técnicas de aprendizaje, serán ellos, los reguladores, quienes determinen cuál es el rol y cuáles son los sustentos en los que se debe basar un adecuado programa de comunicaciones, situación que generaría una dualidad entre lo planteado en la teoría y lo efectuado en la práctica.

La función de la Universidad no se limita al ámbito de la formación de profesionales o peritos en un campo específico. Debe ser transportadora y transformadora de la cultura, como asimismo, entregar a sus profesionales un espacio simultáneo de acción y discusión; de gestación de valores sólidos y atemporales, que permitan un desarrollo integral del profesional en el ejercicio de su profesión y que de paso, sea un agente transportador del cambio.

El gran reto de los centros de estudios que imparten carreras afines al área en cuestión es el de ser capaces de formar expertos que conozcan las técnicas de la comunicación, que sepan aplicar una metodología propia a todos los ámbitos de la disciplina y que hagan de los análisis herramientas de trabajo para producir conocimiento, porque hoy se valora al estudiante y al docente por la capacidad de formar análisis y por la capacidad de dar y formar opinión, que en definitiva, es lo que vale.

De esta forma, se podrá definir un desarrollo estratégico del área comunicacional que va a redundar en la legitimación de la profesión y en que serán las propias Universidades las que determinarán, en gran medida, los lineamientos por los cuales regir sus programas de estudios y no las supuestas necesidad del mercado.

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